Si aceptamos que la vida humana se rige por la razón, la posibilidad de vivir queda destruida.
23 septiembre 2012
De todo un poco y de ti...
En los siglos en los que los dragones estaban vivos me encuentro ahora mismo y mi espíritu deambula con los fantasmas de los callejones oscuros que tanto temo si no voy contigo por ellos. Viendo lo inesperado como castillos imposibles de celebraciones alguna cuando la luna esta llena y los lobos me acompañan. Ellos cantan cuando nos encuentran como ahora, diciéndonos chorradas, hablándonos en clave de lo que supusieron y nuestro silencio encantador y absurdo... tú, quitándome mi verde y volviéndomelo a regalar, y opinar y estar de acuerdo como nunca antes me sucedió y tener miedo a tu ignorancia... y a mi olvido y mi poco sentido. Monos anchos que navegan como ratas en un barco que arde en medio del océano y se inunda y se ahoga... a sus aires, corriendo el viento entre las llamas, rojo que formamos en pocos instantes al igual que lo deshacemos. El tigre y la cebra que deciden hacer viajes por lo alto de las montañas sin querer saber lo que opinan los demás al verlos juntos, dos especies que sólo tienen en común las rayas y cuatro patas. Como el murciélago y el cuervo, negros y temerosos en la oscuridad, sus alas vuelan más allá, a cualquier rincón que quieran soñar. La pantera y el ratón, astutos en la supervivencia, y nadie sabe quien es quien. La nieve que pronto nos cubrirá cuando tu decidas venirte conmigo. Y será entonces cuando mejor te vea... en el puente por donde pasa el río más veloz de todos los mundos. Y aún así seremos osos astutos que saben cazar. Otro día de tormenta, otro día de colores especiales, otro día de estrellas y de luna que ilumina donde no queda nada, otro día, ese día... te hablaré aunque sea mientras duermes y piensas en el pasado, donde todo era posible mientras nos abrazábamos y cerrábamos los ojos en un profundo sueño, creyendo estar en una época mágica hasta que el sol nos avisaba de que ya era hora de decir adiós a las estrellas, a la luna, al silencio, al frío, y al mundo. Cuando las farolas decían de apagarse y la guardia cerraba sus puertas. Los caballeros aparecían con sus espadas despertándonos a patadas y haciéndonos ver que sus escudos eran más fuertes que nuestras creaciones. Pero más tarde, no se quedó todo así...
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